El mundo entero está bajo la influencia satánica y Satanás se considera el amo y Señor de todos los reinos de este planeta. Inclusive se atrevió a decirle al Hijo de Dios, creador y sustentador del universo, que si se postraba ante él y le adoraba, le daría todos los reinos del mundo (Mateo 4.9).
Satanás no sólo ronda en derredor de su presa sino que se posesiona de ella transformándola total y absolutamente. La posesión satánica es deshumanizante. Marcos y Lucas nos presentan el caso del endemoniado gadareno. Un hombre mentalmente fuera de sí, separado de su familia, aislado de la sociedad, viviendo entre sepulcros y los montes.
Su anormal comportamiento, incontrolable, enloquecido, maltratando su cuerpo e hiriéndose con piedras. Sin capacidad para razonar y actuar con cordura, eran evidencias de estar bajo el control demoníaco. Este muchacho no tenía conciencia de sí mismo, ni de valores y derechos humanos, la deshumanización era absoluta. Su vida no tenía sentido, ni propósito alguno; más bien era un parásito, una basura social. Nadie daba un quinto por él. ¡Horrenda la posesión satánica! Uno de los sorprendentes milagros que realiza Jesús de Nazaret es la liberación de esa esclavitud.
Un día, Jesús de Nazaret llegó a Gadara y para aquel desdichado, despreciado y temible hombre, la bendición de liberación y la vida que el Hijo de Dios trae a todo el que sufre el flagelo satánico, le fue concedido.
Una legión de demonios se negaba a desalojar la mente y el cuerpo del joven gadareno. Pero ante el irresistible poder y autoridad de Jesucristo, los siervos de las tinieblas no tenían más que obedecer la orden del Señor. La muchedumbre que conocía al muchacho se sorprendió al verlo sentado, vestido y enjuicio cabal al lado de su benefactor. No obstante, al oír cómo fue liberado y el costo material que había ocasionado el milagro, le pidieron al Maestro que se fuera de allí.
Agradecido por esa experiencia de vida totalmente restaurada, aquel hombre, deseaba unirse a la caravana de seguidores del Nazareno. Se lo manifestó al Señor. Pero, él- le ordenó que se fuera a su casa, y les contara a sus amistades y paisanos cuan grandes cosas Dios había hecho en su vida. Obedeciendo el mandato se fue proclamando lo que Jesús de Nazaret hizo en él y la gente se maravillaba al oírlo y verlo transformado.
El escritor de estas líneas también testifica de la liberación de posesión satánica y restauración integral de vida.
En el año 1995, cuando hice un análisis existencial de mi vida, recordé como fui en la niñez, la adolescencia y mi juventud; y hoy como adulto me doy cuenta que viví más tiempo en problemas y que fueron más los fracasos que los éxitos. Perdí de vista todas las cosas agradables y las bendiciones que Dios me había concedido. Mi atención se aferró a todo lo negativo de esos 53 años de vida, llegando a la conclusión que ya no podía realizar lo que debía haber hecho desde la juventud.
Satanás aprovechó esta situación y sembró en mi mente el concepto: El tiempo ha pasado y ya no hay más que hacer. He vivido más que mis padres y eso es suficiente. La vida está caducada. En ese momento todo perdió su valor, nada valía la pena para mí. Mi vida se tornó vacía, sin objetivos y metas, sin aspiraciones y sin interés de continuar viviendo.
Entonces un espíritu de alcoholismo se apoderó de mi mente, cuerpo y comencé a ingerir licor todos los días. El alcalde del municipio era mi amigo número uno y a las seis de la mañana nos tomábamos un par de tragos. Un año después desayunaba, almorzaba y cenaba con licor. A los tres años estaba al borde de la muerte.
En noviembre y diciembre de 1997, Miguel Angel Tróchez me decía: Rafael, así como estás ya te vas a morir, pero no te preocupes, como soy el alcalde tengo tu lotecito en el cementerio y voy a pagar todos los gastos del funeral. Ese era el consuelo que me daba, mi mejor amigo.
Los demás amigos al verme decían: Miren como está Rafael, démosle un trago de aguardiente, de todas maneras ya tomaremos cafecito dentro de poco tiempo como en navidad o año nuevo.
Cuando nadie miraba en mí, una persona digna, responsable, honesta y servicial, encontré el 9 de abril de 1998, un amigo, el buen samaritano. Luego de saludarnos, me invitó al desayuno del día siguiente en una reunión de la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo.
En la mañana del 10 de abril, después de convivir minutos agradables en la mesa y escuchar testimonios de experiencias personales del poder transformador de Jesucristo, se avivó la fe en mí y creí que sólo él podía ayudarme. Entonces declaré que Jesús de Nazaret es mi Salvador, Señor y Rey y me entregué incondicionalmente a él y luego oraron por mí.
Después de esa oración, el Señor me dio una visión introspectiva y pude valorizarme como persona. Inmediatamente pensé: Con la ayuda y poder del Espíritu de Cristo, soy capaz de superar esta triste y oscura etapa de mi vida.
En ese momento fue mi liberación, comencé a tener conceptos diferentes, por ejemplo: Al encontrarme en mi taller, observando la herramienta, veo la fuente de trabajo e ingresos económicos. Desde ese día me dedico a trabajar con entusiasmo y honestidad. El trabajo volvió a ser importante y así todos los demás valores espirituales, morales y sociales que había perdido han sido restaurados.
Desde que Jesús de Nazaret me liberó de esa horrenda alienación satánica, han transcurrido cuatro años y diez meses. Ahora vivo en la dimensión espiritual de fe, amor, gratitud, y poder que sólo el Espíritu Santo genera en las nuevas criaturas.
Hoy, al igual que el gadareno, proclamo a viva voz y por escrito las grandes cosas que Dios ha hecho en mí. Me gozo dándole honra, gloria, alabanza y adoración por su misericordia que me incluye entre “la gente más feliz de la tierra”. Y puedo decir: ¡Maravillosa es la vida que Jesús de Nazaret nos da!